Aprendiendo a vivir con ELA: Nuestro gran valor.
Uno de los mayores desafíos de los que
tenemos ELA es encontrar sentido a nuestra vida. Aceptar nuestra nueva
condición de existencia con sus limitantes y adversidad diaria. Es cierto que
hay gran incertidumbre en el porvenir y afloran los sentimientos de:
impotencia, frustración, miedo, ser una carga para la familia, no ser tomados
en cuenta y que por ende que la vida sea inútil. Hoy quiero decirles que la
vida puede ser plena aún con limitaciones físicas. Dentro de nosotros existe un
potencial increíble que podemos descubrir. Existen diversas maneras en las que
podemos sentirnos útiles, valorados y trascender. Deseo compartir algunas
experiencias que han permitido dar sentido a mi vida.

Mi
primer acontecimiento tiene relación con el hecho de trascender. El ser humano
puede trascender cuando cría a un hijo. Tengo la oportunidad de formar a cuatro
hijas. A principios del mes de junio, mi tercera hija, Henkel, se graduó de la
carrera de neurociencia en la universidad de Wellesley. A pesar de que no pude
ir a su graduación debido a lo difícil del viaje para mí, la felicidad,
satisfacción y orgullo son inmensos por el logro obtenido por mi hija. Mientras
veía la trasmisión desde Boston vía internet en mi cuarto, recordé todo el
esfuerzo, dedicación y sacrificios que precedieron este gran evento.
Cuando
ella inició su educación primaria pública en Nuevo Leon, México, pasábamos por
muy difíciles tribulaciones familiares. Sin embargo, terminó su primaria siendo
de las mejores estudiantes del país, ganando "la Olimpiada del
Conocimiento" y recibiendo varios premios y reconocimientos. Continuó su
educación secundaria en la institución donde yo trabajaba. Tuve el privilegio
de ser su maestra de Biología y asesora de su grupo en el primer año. Una de
mis sugerencias como asesora fue que los alumnos hicieran un cártel con el
horario de actividades diarias durante la semana, labor que mi hija hizo
entusiasmada. Lo puso en su cuarto y desarrolló la habilidad de organizar su
tiempo. Aprecié su dedicación, esfuerzo y disciplina, no solamente en su
extraordinaria trayectoria académica, sino también en su desarrollo espiritual,
artístico y físico al asistir a las clases de Seminario, de música y
entrenamiento físico. Utilizó sabiamente sus recursos, como el dinero de su
beca financiera, al comprar un piano para practicar y compartir su talento con
los demás.
Al
terminar la secundaria, fue merecedora de más becas e inicio sus estudios de
bachillerato en el CIDEB en Monterrey. En ese tiempo vivíamos en Nuevo León
demasiada narcoviolencia. En una ocasión, el transporte escolar en el que
viajaba mi hija fue retenido en un narcobloqueo por varias horas.
Afortunadamente, ella trabajó diligentemente y fue seleccionada para recibir
una beca en "Colegios del Mundo Unidos" UWC-USA en Nuevo México,
donde finalizó sus estudios de bachillerato internacional. Al término de este
programa obtuvo una beca completa para la Universidad de Wellesley en Boston.
Durante el verano, mientras estudiaba los cuatro años de universidad, realizó
investigaciones de neurociencia en MIT, BYU en Provo y LAVAL en Quebec.
Asimismo, hizo un intercambio estudiantil en Francia. Frecuentemente me hablaba
por videollamada y recibía fotos de los lugares que visitaba. En el último
verano estuvo conmigo un tiempo y me cuidó sola por algunos días. Me complace y
me hace sentir muy dichosa como madre verla titularse con honores, hablando y
escribiendo dos idiomas además de su lengua materna.
Los
desafíos superados y logros obtenidos por mis hijas me llenan de gran gozo,
porque de alguna manera, soy participe de ellos. Y estos me motivan a seguir
adelante.
Otra
experiencia que me hizo sentir valorada fue acompañar a mi hija Daphne a
escoger su vestido para su boda. A pesar de mi dificultad para ir de compras,
mi hija insistió en ir juntas para seleccionar su vestido de novia. Debido a
que teníamos poco tiempo antes de la celebración para adquirir la prenda, fue
necesario ir a dos sitios en el mismo día para tener la cita de prueba de
vestidos. En la primera tienda me sentaron en un sillón cómodamente adentro del
probador para poder observar. Mi hija escogió algunos vestidos conservadores y
modestos. Cada vez que se probaba un vestido, me preguntaba cuál era mi opinión
y si me gustaba. Entre las dos escogimos un vestido que provisionalmente nos
gustaba. Enseguida fuimos a la otra cita, encontramos gran variedad de
vestidos. Mi hija lució algunos vestidos que seleccionó y siempre estuvo atenta
a mi opinión. Encontró el vestido que ella deseaba, que en mi opinión estaba
hermoso, además de que la talla fue perfecta para ella. Seleccionamos este
vestido como favorito por encima de los que habíamos visto previamente. Terminé
muy cansada ese día, recuerdo que llegué directo a la cama a descansar, sin
embargo valió la pena acompañar a mi hija.
Al
siguiente día fuimos a la última cita que se tenía para realizar la prueba de
vestidos. No encontramos un vestido mejor que como el que habíamos visto el día
anterior. Así que al terminar de probarse los vestidos mi hija, ambas salimos y
fuimos rápidamente al establecimiento para comprar el vestido que con
anterioridad encontramos y que nos gustaba bastante. Tuve un sentimiento de
gran alegría porque mi hija consideró muy valiosa mi opinión en su atuendo que
usaría en su matrimonio. Son esos detalles los que hacen a las personas
sentirse valoradas. No quiero decir que debo opinar en todas las cuestiones
familiares, pero de vez en cuando que me opinión sea solicitada es
reconfortante.
Mi
última experiencia que deseo compartir tiene que ver con el servicio a favor de
otros. Parecería imposible que yo con mi cuerpo debilitado pueda servir a
alguien. Sin embargo, así ocurrió aún para asombro mío. Desde hace varios años
no había podido ir a realizar obra en el templo SUD, debido a que requería una
acompañante con la fortaleza física capaz de ayudarme a mover. Ahora que mi
hija Daphne tomaría sus investiduras en el templo para poder casarse, ella
podría acompañarme para ayudarme a moverme y realizar las sesiones en el
templo.
El
tan esperado día para asistir al Casa del Señor llegó. Mis hijas mayores
tuvieron que llegar temprano para prepararse, más tarde mi yerno me llevo ya
vestida de blanco. Llegamos, vi en la entrada unos amigos que esperaban para
saludarme. Entre con gran emoción, subí por el elevador, al salir vi al novio
de mi hija, a mis dos hijas mayores, al presidente del templo y a su esposa.
Todos me saludaron, mis hijas tuvieron que dejarme unos minutos con una de las
obreras para que ella me ayudara a prepararme.
Para
pasar a la sesión la obrera necesitaba saber mi apellido, entonces ella me
pregunto mi apellido. Mi cara respondió rápidamente con asombro. Pensé que le
podría contestar, pero dudaba que me entendiera. En ese momento en que la
angustia me invadía, ella me dijo: ¿es usted la Hermana Oliveros? A lo cual
asentí sonrientemente. Enseguida me percaté al ver la nota en la mano de la
obrera, de que estaba haciendo la obra por mi abuela Maria del Carmen Oliveros,
por eso la obrera dedujo mi apellido. Con anterioridad mi hija mayor Tavhata, trabajó
diligente en la obra genealógica de nuestros antepasados, gracias a ella
tenemos bastantes nombres de nuestros familiares para realizar la obra vicaria
por ellos. Después de darme cuenta que hacía la obra por uno de mis
antepasados, la emoción y agradecimiento aumentaron embargando todo mi
ser.
Mas
adelante se unieron mis hijas a mí. Todas las obreras me ayudaron con gran
amabilidad haciendo que mi trabajo fuera ágil y sencillo. Pude aguantar toda la
sesión y aún estar algún tiempo en el Salón Celestial. Lo que más me hizo
sentir feliz, fue que mi cuerpo aún con sus limitaciones, es de gran valor para
realizar ordenanzas a favor de los que han muerto. Nunca como entonces valoré
mi cuerpo mortal y sentí agradecimiento a Dios por permitirme participar en su
obra. En verdad puedo decir que ir al templo es lo más ennoblecedor y
edificante que un ser humano puede tener en este mundo. En la Antigüedad los
profetas y discípulos subían a los Montes para acercarse, recibir instrucción y
comunicarse con Dios. Hoy en día podemos recibir las mismas bendiciones al
asistir al templo. Ahora sé que puedo asistir regularmente al templo y
engrandecer la obra de Dios. Además, aprendí que para nosotros con limitaciones
motoras el trabajo en la casa del Señor es sencillo y rápido.
Me
siento valorada y con deseos de vivir dignamente hasta que mi Padre Celestial
me llame del otro lado del velo. Estoy agradecida por: este mundo de probación,
el evangelio en estos últimos días, los templos, la maravillosa familia que
tengo, entre muchas otras cosas q no acabaría de nombrar. ¡Simplemente, vivir es fantástico!
Susy y Daphne provando vestidos de novia.

Henkel en el día de su graduación , Boston MA.
Familia Oliveros en su visita al templo de Houston, TX.
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