Antes de ELA: lo más preciado que mis padres me han dado.
El primer fin de semana del presente mes gocé de un banquete espiritual
con la Conferencia Semestral de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos
Días. Escuché la palabra de Dios a través de su profeta viviente, apóstoles y discípulos.
Mi alma se regocija al ver que el reino de Dios crece en la tierra y que Dios dirige
su iglesia. Al meditar las palabras de los siervos de Dios, reflexioné sobre la
influencia que ellos han tenido en mi vida para conocer a Nuestro Padre
Celestial y a su hijo Jesucristo. Tengo un testimonio de ellos, así como de la
veracidad del evangelio restaurado y de la importancia de tener estándares de
conducta elevados que me permitan regresar a salvo al hogar celestial.
Además de los siervos de Dios que me edifican e inspiran, existen seres
queridos que de manera personal han ejercido gran influencia en mi vida y me
han ayudado a enfrentar los desafíos inherentes de esta vida mortal. Por supuesto que los primeros y más importantes son mis padres, a
ellos no solo les debo la vida sino lo que soy. Ahora que soy madre y mayor de
edad aprecio más todas sus enseñanzas, así como los sacrificios que han hecho y
siguen haciendo por mí.
Mis padres tuvieron una niñez difícil. Ambos perdieron a su madre en su
infancia, Mi padre casi al nacer y mi madre a los ocho años. La pérdida de la
madre en el hogar provocó inestabilidad que los padres de ambos no superaron.
Mi abuelo paterno se refugió en el alcohol y mi abuelo materno murió poco
tiempo después de morir mi abuela. Debido a esto, la constante durante esta
etapa fue la pobreza y carencia de recursos en el hogar. Mis padres aprendieron
a trabajar desde pequeños, haciendo labores domésticas o vendiendo alimentos y golosinas.
Al pasar a la adolescencia, el escenario no fue muy diferente. Pese a
ello, mi padre practicó deporte con dedicación y ostentó el subcampeonato
nacional en México de box amateur, en la categoría de Peso Gallo. Además, en
una época en que la mayoría de la población en el país no concluía la educación
primaria, mi padre con esfuerzo, dedicación y sacrificio terminó sus estudios
profesionales. Mi papá fue de los primeros egresados del Instituto Politécnico
Nacional como Ingerio Civil. Recuerdo que mi papá me decía que para
realizar sus dibujos tenía que esperar a que la familia desocupara la mesa después
de comer. No había dinero para un escritorio propio, así que todos los
planos y tareas se tenían que hacer después de que la familia había acabado de
cenar. Este fue uno de los muchos obstáculos que mi papá tuvo que superar para
culminar sus estudios.
Mi madre estudio parte de la educación primaria mientras vivió con sus
padres, su afán por la lectura de libros edificantes le ayudó a instruirse y a
ser autodidacta. Su extraordinaria retención y memorización le permitieron
prepararse y destacar en sus labores. El género literario favorito de mamá
es el cuento. Cuando era niña, ella solía relatarme muchas historias. Mi mamá
no necesitaba un libro para contar relatos elocuentemente debido a que los
memorizaba. Mis hijas aún añoran los cuentos que su abuelita les contaba
antes de dormir. Asimismo, mi mamá es una experta en la cocina y la mayoría de las
recetas que prepara son memorizadas. No quiero parecer jactanciosa, pero
quienes hayan probado sus platillos coincidirán conmigo en que cocina rico. También,
una de las cosas más importantes que aprendí de mi madre es a hacer las cosas
bien. Mi mamá nunca deja que los trabajos queden incompletos y mal hechos por
sencillos que sean.
Además de sus estudios académicos, mis progenitores aprendieron un
oficio, mi padre practicó la carpintería y mi mamá la industria del vestido;
con lo cual se emplearon y mejoraron sus ingresos.
Afortunadamente mis padres se conocieron y formaron un hogar. Han sido
ayuda idónea el uno del otro. Viniendo de una niñez y adolescencia difícil,
pudieron salir adelante. La clave de su
éxito fue tomar decisiones sabias y correctas. Sus principios, rectitud y
fe en Dios los mantuvieron a salvo en un ambiente hostil en donde la
inmoralidad prevalecía. Mi mamá tuvo que defenderse ante el acoso que
enfrentaba constantemente. Igualmente, mi papá tuvo que evitar malas compañías
que lo desviaran de sus metas. A lo largo de mi vida escuché sus experiencias,
sobre todo cuando mi conducta no era favorable. El objetivo era que yo aprendiera
de sus ejemplos de vida. Sus historias no tenían como fin victimizarse a sí
mismos, sino ejemplificar su deseo de superación, la confianza que pusieron en
Dios y la importancia de tomar decisiones correctas. Mi mamá decía que Dios nos prepara para ser probados. Ella lo vio
cuando de pequeña pudo comer carne en abundancia y tener una alimentación
saludable, antes de quedar huérfana. Los buenos años de comida la prepararon
para después aguantar los años de hambre y escasez que tuvo que vivir.
Ya como matrimonio, mis padres trabajaron con gran ahínco para formar un
hogar unido y estable. Empezaron por construir una casa, con la motivación y
ayuda de mi mamá, mi padre enfrentó la tarea de construir una vivienda poco a
poco. Fueron tiempos de ahorrar, vivir incómodamente y trabajar arduamente
hasta que lo lograron. Tener una casa propia para mis padres no solo les dio satisfacción
sino estabilidad económica y un patrimonio. El trabajo fue una constante en mis
progenitores. Mi padre fue el proveedor del hogar y mi madre se ocupó de la
crianza de los hijos, así como del cuidado de mi bisabuela materna. Sin embargo,
no había distinción de tareas porque mi papá también cooperaba con las labores
del hogar.
Al tener una estabilidad económica en el hogar, mis padres ayudaron a
varios familiares y amistades que pasaban por dificultades. Les brindaron vivienda, alimentos, sustento y ayuda moral según lo necesitaran
y mientras se podían valer por sí mismos. Su generosidad y bondad siempre se ha
manifestado para con su prójimo. Yo he sido participe de su gran amor y
benignidad. Cuando mis niñas tenían entre dos y doce años, fui desalojada
inesperadamente de una vivienda. Estando sola y lejos de mi familia no sabía qué
hacer y llamé por teléfono a mamá. Ella me dijo que mis hermanos vendrían por
las niñas de inmediato y que ella las cuidaría. Mis hijas estuvieron varios
meses con ella, en lo que encontré la forma de hacerme cargo de mi familia. Después,
mamá estuvo algún tiempo viviendo conmigo, apoyándome al igual que mi papá, quien
venía a verme tanto como le era posible. Con el tiempo logré comprar una casa
por medio de un crédito y ellos me ayudaron a construir una lavandería, la
barda alrededor de la casa y el piso del patio. Después de años de prosperidad,
llegó la prueba de mi actual enfermedad. Por cinco años mi papá me cuidó.
Al principio de mi enfermedad los cuidados eran mínimos. No obstante, el
trabajo rebasó las fuerzas de mi padre y mi hija Daphne lo relevó. Durante el
tiempo en que mi papá me cuido, pude apreciar el gran amor que él tiene por mí.
Fue un tiempo desafiante en el que vivimos incontables experiencias. Juntos acudimos
a diversas terapias, medicina alternativa y especialistas. Sin embargo, mi
enfermedad prosiguió y me incapacitó por completo. No hubo algo que faltara y que
no hiciese mi papá para ayudarme. Él fue mi apoyo en mis tramites laborales, en
el cuidado de mis hijas menores y sobre todo me contagió de ánimo para seguir
adelante.
Poco a poco me convertí en la bebé de mi padre. Él me arreglaba, bañaba,
me daba de comer. En fin, hacía todo lo que yo inevitablemente ya no podía
hacer por mí. En este tiempo disfruté tanto de su compañía. Solíamos ver juntos
las peleas box de los sábados e íbamos a nadar entre semana. Siempre teníamos
algo para sonreír por simple que fuera. Cuando terminé de estudiar la maestría
le dije que parte de esos créditos eran de él, ya que me acompañó siempre a mis
clases y me apoyó en todo. Además de ayudarme a mí y a mis hijas, daba
servicio a los jóvenes impartiendo clases de seminario y asesorías de matemáticas
gratuitas a quienes lo necesitaban. No solo su generosidad es grandiosa,
sino su compasión, servicio y caridad.
Por último, quiero relatar la principal y más valiosa influencia que mis
padres me dieron. En 1974 mi padre vio a
un excompañero del Poli, quien había trabajado en la construcción de un hermoso
centro escolar, llamado "Benemérito de las Américas". Ese colega le sugirió
a mi papá que inscribiera a sus hijos ahí. Mis padres matricularon a mis
hermanos mayores. Al poco tiempo de empezadas las clases, unos misioneros de la
Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos días fueron a nuestra casa y
nos dieron el mensaje de amor y paz del evangelio restaurado. Después de algún
tiempo preguntamos en oración si el mensaje era verdadero y el Espíritu nos confirmó
que era cierto. Mis padres, hermanos mayores y yo bajamos a las aguas del
bautismo y empezó nuestra conversión en verdaderos discípulos de Jesucristo. Aprendiendo
a elegir lo correcto y perseverando hasta el fin. Hay un himno que dice lo que
siento ante este acontecimiento:
Hazme ̮en la luz de Su ̮amor caminar.
Muéstrame cómo ̮a mi Padre orar.
Quiero vivir como dijo Jesús.
Dime cómo andar en la luz.
Ven, pequeñito, y juntos los dos
aprenderemos las leyes de Dios
para volver a vivir con Jesús,
para siempre andar en la luz.
Padre, las gracias queremos rendir,
pues nos enseñas la senda ̮a seguir.
A Ti loores cantamos, oh Dios.
Juntos vamos a ̮andar en la luz.
Este himno representa el compromiso que
tuvieron mis padres para andar junto conmigo en el camino recto que conduce a
la vida eterna. Este es el mayor legado
que ellos me han dado. Amo con todo mi corazón a mis padres y estoy muy
agradecida por la gran influencia que han tenido y continúan teniendo en mí. A
pesar de que no puedo tenerlos presentes siempre, valoro inmensamente el tiempo
que puedo conversar con ellos, sus visitas y sobre todo sus consejos. Sé que
estaremos juntos por siempre como una familia eterna si guardamos los
mandamientos y eso me da fuerzas para seguir adelante y no rendirme.
Susy, Juanita, y Guillermo en el cumpleaños de Susy 2018.
Juanita y Guillermo (padres de Susy) en su juventud.
Comments
Post a Comment