Feliz Navidad con ELA

El Salvador enseñó: "De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos, mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis". El servicio es una de las más grandes bendiciones que nos acercan más a Dios, permitiéndonos aligerar las cargas los unos a los otros y aumentar nuestro amor por nuestros semejantes. Todos podemos servir de diversas maneras, compartiré algunas experiencias de servicio personales.
Hace algunos días tuve el privilegio de realizar seis ordenanzas en el Templo a favor de mis antepasados fallecidos. Dicha experiencia fue sumamente emotiva no solo para mí, sino para todas las obreras y mi hija Daphne. Todo comenzó el último viernes de noviembre del 2018. En mi tiempo habitual de escribir por las mañanas, envié un mensaje a mi hija Daphne pidiéndole que al día siguiente fuéramos al Templo. Fue hasta el sábado que al despertarme ella me comunicó que iríamos al templo tan pronto me arreglara y comiera. Me sentí muy emocionada porque prestaría servicio en beneficio de aquellos que han pasado al otro lado del velo. No espero que me lo agradezcan, ni tampoco tengo la seguridad de que aceptarán lo que les ofrezco, pero estoy muy feliz de darles la opción de aceptar a Cristo. Ir al tempo es el proceso más extraordinario y elevado que un mortal puede hacer. No hay mayor satisfacción que el ser partícipe de la salvación y progreso de nuestros hermanos. ¡Es maravilloso!
Llegamos al Templo y esperé a que despejaran el área para que pudiera pasar en mi silla de ruedas al sitio donde se efectuarían las ordenanzas. Mientras estaba esperando llegó mi amiga y obrera Merlen, ambas nos alegramos de encontrarnos. Estar al lado de ella me hizo sentir tranquila sabiendo que recibiría su ayuda y dirección en todo. El tiempo y la incomodidad de mi cuerpo pasaron desapercibidos, mis vías respiratorias no se congestionaron y pude gozar grandemente de mi tiempo en el Templo. Al finalizar, las obreras amablemente agradecieron el trabajo y la disposición que mostré. Seguido esto, le pregunté a mi hija si ella deseaba hacer alguna labor. Yo estaba dispuesta a esperarla. Daphne dijo que no porque este día era exclusivamente para mi trabajo. Me sentí tan agradecida por la bondad de mi hija para moverme, ayudarme y evitar cansarme por estar sentada mucho tiempo.
Antes de retirarnos mi hija y yo del Templo, pasamos al Salón Celestial para pensar, orar y meditar. Este es mi lugar favorito, literalmente es la casa de Dios. Ahí se siente una paz y reverencia que invita al espíritu del Señor a morar. Después de orar me sentí revitalizada y fortalecida para enfrentar las pruebas del diario vivir. Una vez afuera, en los alrededores del Templo, mi hija tomó algunas fotos. En una de estas fotos salió un rayo de luz bajando desde del cielo, apuntando en dirección al Templo. Para mí, esta imagen parece como si bajara la luz del cielo a la Casa de Dios. Me recuerda que este lugar es donde literalmente recibo luz y verdad.
Últimamente es poco el servicio que puedo prestar y es mucho el que recibo. Tengo la bendición de constantemente tener varias visitas de personas muy especiales que me brindan fortaleza y gozo. Algunas veces mis visitantes incluso traen presentes como galletas y pan horneado. Sin embargo, para mí el mayor regalo es su presencia.
Hace algunas semanas me visitaron la cuñada de mi hija con sus tres pequeños. En esta ocasión recordé que no importa nuestra edad, siempre podemos servir a los demás. Estos pequeños recitaron los artículos de fe y cantaron. El más chico, que apenas hablaba, tarareó la canción de Led Zeppelin que usan como tema en la película de Thor. Me alegró mucho verlo imitar el grito de la canción y mover sus manos como si tuviera una guitarra. ¡Disfruté tanto de esta visita! Cerca de su partida, todos cantaron el himno: "Las familias pueden ser eternas" y se despidieron dándome un beso.
Para el Día de Acción de Gracias, vino una de mis hijas menores a pasar estos días conmigo. Mis yernos e hijas cocinaron y prepararon todo para la cena familiar. Antes de comer, oramos en familia y agradecimos por tantas bendiciones recibidas. ¡Fue un momento muy especial! Durante la cena todos comimos, incluso yo saboreé el flan de calabaza que tradicionalmente hacen para mí. Pasé unos días al cuidado y compañía de mi hija menor. Salimos a ver el paisaje y asolearnos en el jardín. Sentimos paz y serenidad, algo inusual con el bombardeo de ofertas comerciales de estas fechas. Gocé grandemente la compañía de ella.
El 8 de dic se llevó a cabo la fiesta navideña de la Asociación de ELA en Houston. En esta actividad se presentan múltiples áreas de oportunidad de servicio. Paulett es quien lidera dicha organización en la región. Tiene un gran corazón y siempre está al pendiente de mí. Gracias a su servicio he podido tener acceso a material o herramientas médicas que ayudan a mejorar mi vida. Gracias a ella y a la Asociación de ELA en Houston, mi vida ha sido más fácil. Tengo tres años participando en las reuniones. Ella y su equipo trabajan constantemente por brindarnos ayuda y bienestar a los enfermos de ELA. La organización del evento siempre es excelente. Este año me encantó la decoración y los regalos que obsequiaron. Entre estos, mi preferido fue una cobija de corazones verdes con motivos navideños que donó una mano altruista. Mi yerno Tim, quien canta con el Coro de la Orquesta Sinfónica de Houston y dirige el coro del barrio de la iglesia, llevó a los miembros del coro del barrio para cantar en la fiesta navideña. Fueron niños, jóvenes y adultos. Tocaron el piano, el violín, la guitarra y cantaron como solistas, en grupo y con todos los presentes. La música le dio mucha alegría a la celebración. Además, me sentí muy alagada cuando Tim cantó en español el villancico tradicional: "Mi burrito sabanero". Antes de cantar la última canción, él dirigió un mensaje a los que padecemos ELA y en éste destacó que nuestros cuerpos serán perfectos en la vida eterna. Este mensaje tocó mi corazón y me remotivó para seguir adelante. Antes de concluir el festejo, Paulett dirigió unas palabras y pidió a los presentes que la acompañáramos en una oración. Sin importar la fe que cada uno profesa, todos con reverencia escucharon la plegaria de Paulett a favor de encontrar una cura para la ELA. Al término de la invocación, en el ambiente se sentía paz, tranquilidad y cordialidad entre los presentes. Todos nos retiramos gozosos de brindar y recibir servir los unos a los otros.
Hace algunos días quedé asombrada, admirada, agradecida y dichosa del servicio que me brindó mi querida amiga Ivone. Ella también participó en el coro que cantó en la Fiesta de Navidad de la Asociación de ELA en Houston. Ivone fue a mi casa y llevó aceites esenciales para elaborar un producto que me ayudara a sentirme mejor. Tengo muchos años de conocer y saber los beneficios de la aromaterapia. No obstante, me sentía aprenciba a usarlos porque en mi enfermedad yo percibo los olores con demasiada intensidad y los resultados curativos no son siempre los esperados. Por ejemplo, la lavanda era una esencia que me gustaba mucho y ahora no la tolero. Sin embargo, Ivone trató pacientemente esencia por esencia hasta encontrar las cuatro que más me agradaron. Elaboro un producto que me ayuda a respirar mejor y que me hace sentir serena y ecuánime. Además, recibí un rico masaje en mis manos, ¡algo que me encanta! Antes de irse, cantó varios himnos que me hicieron sentirme fortalecida, feliz y amada. Estar con Ivone, gozar de su plática y de su especial servicio es para mí una gran bendición.
Una de las personas que más admiro por su destacada labor humanitaria y servicio es mi querida amiga Merle. Desde que nos conocimos el gran afecto ha sido mutuo. Un dia después de regresar de un paseo en Jerusalén, vino a visitarme y trajo dos presentes. Uno era una figura tallada a mano de María cargando en sus brazos al niño Jesús. El otro era una lámpara de barro como las que utilizaban las 10 vírgenes de las que se habla en la Biblia. Merle compartió conmigo sus experiencias y sentimientos sobre la Tierra Santa. Eso para mí fue muy especial y sagrado. Me trasporté mentalmente a ese lugar y ahora poseo dos objetos muy estimados y significativos para mí. Estos objetos me hacen recordar experiencias espirituales y sublimes. Además de prestar servicio como obrera del templo, Merle recibió su llamamiento para trabajar junto a su esposo como misioneros, este es su quinto servicio como matrimonio misionero. Hasta ahora no había conocido alguna pareja de esposos que sirvieran tantas veces una misión. En unos meses se irá a Boston para cumplir su quinta misión. Tuve la oportunidad de conocer a su hijo, en la Conferencia de Estaca, charlé con él y su esposa. Me comentaron que saben mucho acerca de mi porque Merle les habla de mí. Supe que tienen un familiar enfermo de ELA y eso nos hizo sentirnos más cercanos. Merle es un ejemplo de servicio, busca tiempo y oportunidades para ayudar al prójimo. Me mandó una tarjeta de Navidad y pude ver a todos sus hijos y nietos. Tiene una gran familia. Indudablemente es una madre extraordinaria y muy trabajadora. Me siento agradecida, bendecida y feliz de conocerla y convivir con ella y su familia.
En estos días decembrinos, el amor y servicio prevalecen para acercar a las personas. El fin de semana pasado tuvimos nuestra celebración navideña de barrio en la iglesia. Los niños presentaron el nacimiento del niño Jesus. Todos hicieron su mejor esfuerzo por representar sus papeles. La congregación cantó los himnos que acompañaron la presentación. Esto hizo más emotivo el evento. Lo que más me gusta de las representaciones del nacimiento de Jesús es que todos recordamos y valoramos este suceso como el más importante del mundo y nos permite centrarnos en lo que es prioritario de este festejo: agradecer el nacimiento del Mesías, su amor y servicio por ser nuestro redentor y salvador. Es mi oración que podamos sentir el amor en cada uno de nosotros para que seamos las manos que ayuden a dar servicio por el Salvador a todos nuestros hermanos. ¡Feliz Navidad a todos mis queridos lectores!


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