La familia y un Nuevo año con ELA.

La canción de Tony Camargo, «El Año Viejo», dice:
«Yo no olvido al año viejo/ porque me ha dejado cosas muy buenas / Ay, yo no olvido al año viejo / porque me ha dejado cosas muy buenas, ¡mira!  / me dejo una chiva, / una burra negra, / una yegua blanca, / y una buena suegra / Ay, me dejo una chivita, / una burra muy negrita, /una yegua muy blanquita / y una buena suegra... / cosas buenas, cosas muy bonitas...» 
Así es, este año que terminó me dio la satisfacción de escribir mis memorias y compartirlas. Hace un año, mi hija Megan vino a cuidarme y me motivó para que escribiera mis experiencias de vida como paciente de ELA. Conforme fui relatando mis anécdotas, me di cuenta de que esta actividad ayudaba a mi mente a ocuparse en algo productivo. Empecé a notar que en mi tiempo de insomnio o de ansiedad podía enfocar mis pensamientos en lo que deseaba trasmitir a través de mis historias. De esta forma, dejé de pensar en problemas de mi entorno y me dispuse a edificar e inspirar, viendo todo lo bueno que he tenido en la vida. Reconociendo que en las pruebas vividas es donde se fortalece el carácter. Estoy muy agradecida por la oportunidad que tengo de escribir y compartir mis vivencias con los demás. Además, ha sido muy gratificante saber del impacto de mis historias por medio de los mensajes de mis lectores.
Antes de terminar el año tuve la dicha de pasar tiempo con mis cuatro hijas y dos yernos. También tuve muchas visitas de amigos y familiares. Un día, mientras toda la familia estaba en mi cuarto, alguien tocó a la puerta. Daphne, mi hija, fue a ver quién era y regresó diciendo que prepararan el celular para grabar. Había llegado una familia de nuestra congregación religiosa con sus instrumentos de viento para darnos un mini concierto. ¡Hasta traían sus propias sillas! La familia se acomodó en mi habitación y en el pasillo para tocar villancicos. Yo estaba acostada, sin embargo, podía verlos y escucharlos sin ningún problema. Fue una gran sorpresa tener esta visita que me alegró el día. Antes de que el mini concierto empezara, mi hija los invitó a pasar para que yo pudiera escucharlos. Algunos de ellos habían venido de visita a Houston e ignoraban que yo padecía ELA, así que al enterarse se sintieron muy conmovidos.
Al siguiente día, fuimos como familia a comprar los alimentos para la cena de Navidad. Todos querían tomar ponche de frutas, así que fuimos a buscar manzanas, guayabas, tejocotes y muchas otras frutas. Decidimos ir a un mercado mexicano en Houston, en el que encontramos un puesto de quesadillas. Es raro encontrar un tipo de negocios de comida como este por aquí, así que todos aprovecharon para comer. Mientras disfrutaban sus manjares, recibí una videollamada de mi hermana. Ella se encontraba en una reunión familiar en Puente de Ixtla, Morelos. En esta ocasión, tuve la grata sorpresa de también platicar con mi tía Julia, a quien no he visto por mucho tiempo. 

Mi tía Julia es un gran ejemplo de mujer: luchadora, tenaz, amorosa, servicial y emprendedora. Desde joven emprendió sus propios negocios con mucho esfuerzo. No solo crio a su unigénita, sino a varios parientes y siempre ha brindado ayuda a su prójimo. Tengo bastantes recuerdos gratos de mi convivencia con ella, en todos ellos se destaca la forma tan especial en que me hacía sentir. Aún a través de una llamada telefónica sentí su amor y compasión por mí. Amo a mi tía Julia, espero que continúe tan longeva y amorosa como siempre. Antes de finalizar la llamada saludé a mis queridos padres.
Al día siguiente, fuimos a la iglesia todos en familia. Hacía varios años que no habíamos podido coincidir todos para asistir a un servicio sacramental. Me sentí muy bendecida de que me acompañaran a escuchar los inspirados mensajes dominicales.
Por la tarde fuimos invitados por Tim, mi yerno, a escuchar la Filarmónica y el Coro de Houston. Tim es miembro del Coro, así que se fue temprano al teatro con parte de la familia para prepararse para cantar. Yo me fui más tarde con los demás miembros de la familia. Llegamos con el tiempo justo para iniciar la presentación. El estacionamiento estaba a dos cuadras del teatro, así que tuvimos que apresurarnos para llegar a tiempo. Al salir del estacionamiento, tomamos la dirección contraria y tuvimos que regresarnos. En fin, teníamos la adrenalina al tope, pero llegamos antes de que empezara la presentación. Fue la primera vez que asistía a un concierto. El lugar que compró Tim para que me sentara me permitía ver todo muy bien. Los temas que se interpretaron fueron de la vida de Jesucristo, desde su nacimiento hasta su resurrección. Cuando cantaron el Aleluya, la gente se levantó y fue muy emotivo. Además de disfrutar las bellas canciones, me sentí tan relajada que al regresar a casa no me sentí cansada como suele pasarme. Tendré que ir más seguido a este tipo de conciertos como terapia.
Llegó el 24 de diciembre y después de la cena tuvimos nuestro tradicional mensaje navideño familiar. Los últimos años me ha tocado encabezar los discursos, quizás porque saben que preparo las palabras que voy a decir con mucha anticipación. No queda de otra manera, así tengo que hacerlo para comunicarme y aprovechar la reunión familiar para dar un buen mensaje. En esta ocasión hablé de cómo mi testimonio ha sido probado desde mi adolescencia. Algunos miembros de la familia también compartieron su testimonio, fue una reunión muy emotiva y edificante que no olvidaré. Mas tarde abrimos los presentes y me pusieron mi pijama de Santa Clausula. Tomamos muchas fotos con nuestros pijamas puestas 
En total, pasamos cinco días como familia completa. Aunque fueron pocos días, estoy agredida de haber tenido a la familia reunida. Conforme crecen mis hijas se dificulta más poder juntarse. Todo el año espero convivir con mi familia durante la época navideña, a pesar de que es complicado mantener la paz y la armonía permanentemente entre hermanas. Lo cierto es que con tolerancia, empatía, compasión, solidaridad, respeto, bondad y amor se logra mucho. La unión familiar es una labor en equipo. Todos debemos esforzarnos por llevarnos bien y acrecentar los lazos de afecto. 
Me quedo con todos los gratos recuerdos del 2018. De los tristes recuerdos, me quedo con el aprendizaje, la satisfacción de vencer la adversidad y de no repetir los mismos errores. Para concluir, cito otra vez la canción inicial que dice: «ay yo no olvido el año viejo porque me ha dejado...una buena suegra"». A mí me dejo un buen yerno. 
Mi yerno, Austin ha venido a mi hogar a sumarse a esta tarea titánica de atenderme. Su labor, sin exagerar, es admirable no solo en el servicio sino en la actitud. Es muy cortés para atenderme. Todas las mañanas entra a mi cuarto saludándome y preguntando cómo dormí. Después, levanta mis brazos para que me estire. Luego me pone la máscara de nebulizaciones, acomoda el sillón para moverme y darme de comer.
Mientras hago las nebulizaciones, él ordena mi cuarto, algo que hace por iniciativa propia. Después va a mojar una toalla con agua caliente para limpiar mi cara y poner crema en mi rostro. Cuando me quejo de algo, él me pide que le escriba un mensaje para explicarle el problema y así mejorar sus cuidados. Austin se ha convertido en un especialista para cuidar pacientes de ELA. Mi nuevo yerno no solo es una bendición para mi hija y para mí, sino para toda la familia. Su crianza en valores y principios dentro del evangelio lo han convertido en un buen hombre con atributos divinos. 
El año viejo me dejó muchas cosas buenas y el 2019 también me traerá grandes y maravillosos acontecimientos. Trabajaré para cumplir mis propósitos y seguiré viviendo con felicidad cada momento. Continuaré poniendo mi confianza en Dios y seguiré su plan de salvación. ¡Hasta pronto mis queridos lectores! ¡Les deseo un próspero y feliz 2019! 

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