Una madre es para siempre.
Hay consejos que las abuelas o madres dan y que descartamos como madres primerizas. Así me sucedió a mí durante la época en que amamantaba por primera vez. Mi mamá me había dicho que me cubriera la cabeza. Yo no la escuché, salí de mi casa sin un gorro y tuve un dolor de cabeza muy fuerte por el cambio de temperatura. Desde entonces, siempre me arropé y puse atención a sus palabras.
Sin embargo, no todos los consejos son sensatos. Había un dicho entre las abuelas que decía "los niños no lloran sangre." Estas palabras nos instruían a que dejáramos llorar a los bebés cuando se ponían necios. Mi experiencia me mostró que los pequeños lloran porque tiene algún malestar, dolor o necesidad. Las madres deben aprender a comunicarse con su bebé para reconocer todas sus necesidades y dolores. No es bueno que el infante llore demasiado ya que se puede deshidratar. Uno de los típicos problemas de los recién nacidos son los cólicos. Estos se pueden evitar amamantando al bebé y enseguida ayudándolo a eructar. Si persiste el dolor se le debe dar un té o un masaje en el estómago con mucho cuidado. Con lo anterior quiero que entiendan que las madres primerizas están aconsejadas por las personas que las rodean pero que deben ser sensatas y prudentes para seguir los consejos correctos que serán beneficiosos para sus hijos. A mi hija le aconsejo que no deje llorar a su bebé. Averigua qué tiene y por qué está irritado. Un ser humano llega al mundo indefenso, sin valerse por sí mismo y presto para aprender. La madre tiene la responsabilidad principal de criar y velar por sus pequeños.
Para dar seguridad a las criaturas se debe ganar su confianza por medio de la atención y el buen trato. Un hijo atendido con amor adquiere confianza no sólo en su progenitora sino en sí mismo. Los primeros 6 años de vida son básicos para el desarrollo de las personas y es por ello que la familia tiene un papel prioritario. La madre y el padre deben de ser uno en propósito para educar a los hijos. Ambos deben ser la autoridad ante sus críos. Si hay alguna desavenencia deben arreglarlo en privado y nunca frente a los menores. Los hijos son muy listos y tienden a buscar al progenitor que los complace. De tal forma, para dirigir correctamente a los hijos, los padres y adultos que vivan en el hogar deben hacer un frente común. Gracias a esta manera de interactuar con mis hijas pude enseñarles normas, principios, valores y sobre todo discernir lo bueno y malo. Hay un sabio proverbio que dice:
Instruye al niño en su camino;
y aun cuando fuere viejo, no se apartará de él.
(Proverbios 22 :6)
Cuando los hijos son pequeños, dejemos que realicen tareas que aún no hacen eficazmente. Como, por ejemplo, lavar trastes, doblar ropa, limpiar la casa, etc. Si el pequeño tiene deseo de trabajar y ayudar no se le debe quitar esa voluntad. Es cierto que la madre puede hacer las labores de forma más rápida. Sin embargo, cuando la madre hace todo, priva al menor de que aprenda a trabajar, a ser acomedido, colaborador y a adquirir destrezas. Hija mía, incluye a los hijos en las labores domésticas. En todos los ámbitos, ya sea laboral, académico, artístico, deportivo, etcétera, se requiere guiar y encaminar al crío para que pueda hacer las cosas por sí mismo.
Respecto a la alimentación del recién nacido, tengo una gran contribución que puedo compartir. Mis cuatro hijas aprendieron a comer prácticamente de todo y crecieron para rebasar por mucho mi estatura, de poco más de un metro y medio. Cabe mencionar que estudié dos semestres de nutrición y apliqué mis conocimientos con mis hijas. Además, siempre consulté mis planes alimenticios con un destacado pediatra. Inicialmente, la leche materna y el calostro son ideales e indispensables para el bebé. Estos no sólo brindan nutrientes, sino también anticuerpos que protegerán de por vida al infante. La madre debe alimentarse muy bien para tener los nutrientes necesarios para producir leche. Si ella no tiene suficientes nutrientes, su cuerpo los tomará de donde pueda y su salud se verá afectada. Por ejemplo, algunas mujeres pierden dientes por no comer saludablemente durante el período de lactancia. Por lo general se come lo acostumbrado más una mitad de cada porción. La calidad de la leche que produce la madre está determinada por lo que come, entre más nutritiva es su dieta mejor es su leche. La cantidad de leche se aumenta tomando líquidos, de preferencia agua. Tomar líquidos con muchas calorías sólo provoca obesidad. Yo di de amamantar por ocho meses. En este punto mis hijas fácilmente comenzaron a consumir leche entera. A mi hija le digo, suspende el período de lactancia para tus hijos cuando tú lo creas apropiado.
Los alimentos sólidos se introducen en el cuarto mes de vida del infante. Se inicia con papillas de verduras hervidas sin sal, procurando que el bebé aprenda los diferentes sabores de cada verdura. Al medio día se les alimenta de poco a poco usando una cuchara pequeña y observando que no haya alguna intolerancia alimenticia. Hija, yo te aconsejo dar la misma verdura por varios días antes de comenzar con una nueva variedad vegetal. Posiblemente el pequeño sólo coma un par de onzas, pero sé paciente y enseña a tu hijo a disfrutar de la hora de comer sin alteraciones. Te recomiendo que empieces con zanahoria o chayote. Al quinto mes, inicia con frutas crudas y peladas, siguiendo mis consejos sobre las verduras. Te recomiendo iniciar con manzana o pera. Evita los alimentos alérgicos en el primer año de vida. Da verduras y frutas en el quinto mes. Frutas en la mañana y verduras por la tarde. En el sexto mes introduce las carnes, empezando con pollo. Este se prepara junto con las verduras para hacer una papilla. Las frutas se continúan dando de forma separada. Poco a poco introduce más alimentos y tritúralos en menor cantidad conforme crezcan las piezas dentarias de tu bebé. Al año de vida, el infante puede incorporarse a la alimentación de la familia. El cerebro humano tiene una memoria increíble. Si los alimentos se introducen pacientemente y diferenciándose, los niños amplían su gusto por diversos platillos y no hay problemas para alimentarlos.
A través del tiempo, he visto que las personas se han deshumanizado mucho. Como dice la canción: " la vida no vale nada." Es necesario humanizar más a las nuevas generaciones. Yo noté que mis hijas adquirieron empatía, compasión y responsabilidad al cuidar de una mascota. Cuando mis hijas menores me pidieron que las dejará tener un perrito, yo me rehusé porque no quería tener más trabajo. No obstante, ellas se comprometieron en hacerse cargo de su mascota y acepté que adoptarán a Hurón. Ellas le daban de comer, lo bañaban, atendían, e incluso lo llevaban de vacaciones cuando salíamos de la ciudad. Hoy en día, 15 años después que nació nuestro perro, todas mis hijas en distintos lapsos de tiempo se han ido turnando para cuidarlo. Así como el perro muestra amor y lealtad, mis hijas hacen lo mismo por él. El perro es parte de la familia y todos en el hogar lo quieren y cuidan.
También, enseñé a mis hijas a que apreciarán la naturaleza, cuidando de las plantas. Un día, después de llegar cansada y acalorada de trabajar, platiqué con mis hijas sobre los acontecimientos del día. Todas coincidían en el tremendo calor y se quejaban de andar bajo los rayos del sol. Entonces les pregunté si habían regado las plantas, ellas contestaron que aún no lo habían hecho y de inmediato fueron a hacerlo por su propia voluntad. Creo que si enseñamos a nuestros críos a que aprecien la vida de todos los seres habrá más compasión, empatía, solidaridad, tolerancia y amor entre los seres humanos.
Debemos enseñar a nuestros hijos a cuidar su cuerpo de otros, accidentes y sustancias dañinas como el tabaco, drogas y bebidas embriagantes. Los pequeños deben respetar a los demás y prestar servicio al necesitado. En lo personal noté que mis hijas imitaban con otros mis cuidados. Por ejemplo, cuando ellas se lastimaban yo las curaba, consolaba y les permitía que expresaran su dolor sin restricción de llorar. Ellas hacían lo mismo con aquellos que encontraban en dolor. Asimismo, ellas aprendieron a sobrellevar su dolor y a cuidar de su cuerpo. En algunas ocasiones, mis hijas estuvieron hospitalizadas y las cuidé en todo momento. Recuerdo que con una de ellas no quisieron darme permiso en el trabajo para darle cuidados maternos. Mi hija tenía 6 años y estuve dispuesta a perder mi trabajo antes de dejarla sola. Así, me fui al hospital y atendí a mi pequeña por los 15 días que estuvo internada. Después, en el sindicato de maestros me ayudaron a resolver el problema con mi trabajo. Todo el servicio desinteresado que una madre da siempre tendrá buenos frutos. Con beneplácito veo a mis hijas convertidas en mujeres bondadosas, compasivas, serviciales, amorosas, responsables y empáticas. Todos los días soy testigo de lo buenas que son conmigo. Como enferma de ELA, la tarea de atenderme es extenuante y me siento muy agradecida de que ellas tengan un gran corazón y me sostengan en todos los sentidos de la palabra.
El hogar es el lugar donde los hijos reciben instrucción, guía, ejemplo, amor, abrigo, sustento y bases que les ayudarán durante toda su vida para valerse por sí mismos y llegar a ser futuros padres. La tarea no es fácil, pero tampoco imposible. Para empezar, quiero compartir una experiencia que tuve en una reunión de padres de familia en el colegio de mis hijas. La directora comentó que los padres debían evitar argumentar los retrasos matutinos de sus hijos al llegar a la escuela. La política del colegio era que después de dos retardos al mes, el alumno no era admitido si llegaba tarde. Algunos padres, con tal de que pudieran dejar a su hijo en la escuela, inventaban historias que excusaban su impuntualidad. Las historias eran tan fantásticas que los niños abrían sus ojos con asombro cuando escuchaban las mentiras de sus padres. La directora de la escuela estaba muy decepcionada con esta situación. Este ejemplo quedó grabado en mi memoria y me impactó de gran forma. Como madre se debe anteponer y priorizar el ejemplo que damos a nuestros hijos. El discurso debe ser congruente con las acciones. Si decimos al hijo que diga la verdad eso mismo debemos hacer. Los hijos observan y aprenden todo, por lo cual debemos de ser un modelo a seguir. Desde pequeñas a mis hijas les enseñé a orar, a asistir a la iglesia, a hacer la noche de hogar y a leer las escrituras en familia. El aspecto espiritual es el pilar que ayuda a los niños a salir de las tribulaciones. Se requiere enseñarles la verdad; escudriñando, orando y meditando. La verdadera fe se aprende por convicción. Me gusta mucho el pasaje de las escrituras que dice:
Y cuando recibáis estas cosas, quisiera exhortaros a que preguntéis a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si no son verdaderas estas cosas; y si pedís con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él os manifestará la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo;
(Moroni 10 :4)
Después de enseñar a los hijos, ellos deben preguntar y recibir confirmación de la veracidad de la doctrina por sí mismos. El testimonio de cada persona se obtiene con dedicación y perseverancia. Algunos lo hacen rápidamente, mientras que a otros les toma más tiempo. Lo importante es que una vez que los hijos ganen un testimonio de la veracidad del evangelio, será difícil que las falsas doctrinas los engañen. También debemos recordar que el testimonio debe seguir nutriéndose día a día y el hogar es el lugar idóneo para hacerlo.
Toda madre necesita hacer de su hogar un refugio para su familia. En el hogar los hijos deben sentirse seguros y protegidos en todos los aspectos. Para eso se requiere establecer una casa de instrucción, con orden, dónde se practique la fe mediante la oración y el ayuno con la mira en glorificar a Dios. Quizás algunas madres solteras sientan que no pueden hacerlo o sientan desánimo. Quiero que sepan que ustedes no están solas y que Dios siempre está presto a ayudarlas para enfrentar las pruebas. Yo estuve sola con mis cuatro hijas y en todo momento vi la mano de Dios para guiarme, sostenerme, consolarme y ayudarme.
Comparto humildemente estas lecciones de vida que recibí como madre. Debo haber tenido muchos errores que, si yo no los recuerdo en totalidad, probablemente mis hijas sí los pueden mencionar. No obstante, quiero decirles que hice mi mejor esfuerzo con mucho amor y que ellas son mi mayor bendición. A todas las mujeres que crían hijos, sean o no paridos, con amor y responsabilidad, sepan que la contribución que hacen a la posteridad es invaluable. El mundo es mejor gracias a ustedes.
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