Viviendo Con ELA: La Unión Familiar
Recientemente estuve en el hospital, tras una neumonía, diente flojo e infección. Además, con una granulación en la tráquea. Pese a la anestesia local y completa, con infinidad de medicinas, solo pude dormir aproximadamente 8 horas en una semana de estancia en el hospital. Sin embargo, al llegar a casa, lo que primero que vi fue a mi nieto decir, “hola Tita”. Entonces pude dormir todo lo que no dormí en el hospital. Estoy tan agradecida de tener una familia que me ama y cuida a pesar de sus múltiples ocupaciones y la distancia.
Definitivamente el amor, atenciones de la familia, vivifican el alma, algo que nunca hará la medicina.
Aquí estoy recuperada y gozando de la alergia de disfrazar nos un año más, y dar gracias por la cosecha de los alimentos y las creaciones de Dios en el día de Acción de Gracias, conviviendo en familia, gozando de la compañía de unos y otros. Unidos fraternalmente con amor.
Ruego por mantenernos unidos como familia y a caminar juntos por la senda de los convenios para reencontrarnos en la vida eterna, donde volverá mi nieto al hogar celestial al igual que la obediente familia que mi Padre Celestial me confió para ser ejemplo y enseñar el evangelio restaurado, para regresar al hogar celestial.
Mi nieto menor al nacer no conocía a nadie, sólo reconocía la voz de su madre. Lloraba desesperado. A los pocos días su llanto fue más tranquilo por el amor y atención recibidos de la familia. Percibí al final de un mes que él ya reconocía a la familia porque su llanto era diferente para cada uno. Al hermano mayor le decía “Ven a jugar”. A su padre le decía “Cárgame” mientras que, al escuchar la voz de mamá, su llanto decía “Te necesito. Ayúdame”. Recién llegado de la presencia de Nuestro Padre Celestial, ya comenzaba su vida con felicidad rodeado de amor, y demostrando siempre una sonrisa.
Respecto a la crianza de los niños, creo que los prejuicios y las etiquetas a las personas son muy perjudicial para todos. Tuve un ejemplo de eso recientemente cuando fui al hospital. La ambulancia que me llevó a urgencias venía con seis camilleros, y sin embargo, se me hizo eterno el trayecto. Los camilleros eran jóvenes, fuertes y atléticos.
Cuando me dieron de alta en el hospital, vino la ambulancia de mi aseguradora. Vinieron únicamente dos camilleros, uno de ellos tenía un físico atlético como los otros camilleros. En cambio, su compañero tenía sobrepeso. Para mi sorpresa, este camillero puso a todos a trabajar y les indicó como transferirme sin lastimarme. Después puso una mesa en los pies para colocar el ventilador y pantalla de signos vitales. Me movió con sumo cuidado. Durante el transcurso del viaje se sentó junto a mí, y después de obtener mis signos vitales, se fue atrás de mí. Después comprendí por qué lo hizo.
Fuimos muy rápido, nunca había viajado tan rápido, solamente nos paramos cuatro veces, el camillero atrás de mí protegía mi cuerpo.
Nunca debemos calificar a los demás por la apariencia, nacionalidad, raza, preferencia sexual, nivel económico o académico, entre otras. Es necesario no etiquetar a las personas. Cuánto daño hace a un niño decirle “eres un tonto”.
Todos cometemos errores, en especial los más pequeños que recientemente vienen a este mundo de probación. Sin embargo, Dios nos dio por medio de su hijo Jesucristo la forma de perfeccionamiento por su expiación infinita y el arrepentimiento para purificación y ser digno de tener la guía, consuelo y revelación personal del Espíritu Santo.
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